jueves, 9 de febrero de 2012

Monjes Maratón de la secta Tendai del budismo




¿Puede un hombre correr 1000 maratones en 1000 días? Pues aunque no lo parezca esto es lo que hacen los monjes maratón sin otra recompensa que la iluminación espiritual y con la esperanza de ayudarse a sí mismos en el Budismo hacia un despertar personal.
Estos  monjes, conocidos como Kaihigyo, son atletas espirituales de la secta Tendai del budismo, con base en el monte Hiei, que domina la antigua ciudad capital de Kyoto.
Su “peregrinaje” consiste en la realización del Desafío de los 1000 Días, que seguramente debe ser el reto más exigente física y mentalmente en el mundo. Olvídate de ultra-maratones y de “ironmans”, este desafío sobrepasa en resistencia a todos los demás.
Sólo 46 hombres han completado el Desafío de los 1000 Días desde 1885. Se realizará durante siete años en el que los monjes budistas deben seguir además una formación en meditación y caligrafía, y realizar tareas generales dentro del templo.


Monje maratón del monte Hiei


El Desafío de los 1000 Días consiste en:
  • 40 km al día durante 100 días consecutivos los tres primeros años.
  • 40 km al día durante 200 días consecutivos los años cuarto y quinto (aproximadamente una maratón al día durante más de seis meses).
  • 60 km al día durante 100 días consecutivos el sexto año.
  • 84 km al día durante 100 días consecutivos el séptimo año (aproximadamente dos maratones al día durante 100 días).
John Stevens, en su libro “Los monjes maratón del monte Hiei”, describe el estilo de correr que se remonta a más de mil años. “Los ojos se fijan unos 30m por delante mientras se corre a un ritmo constante, manteniendo el nivel de la cabeza, los hombros relajados, la espalda recta, y la nariz alineada con el ombligo. ”
Aún es más asombroso la forma y las condiciones en que corren los monjes. Los recorridos suelen iniciarse de noche y por senderos de montaña desiguales y poco marcados. Durante los meses de invierno, las bajas temperaturas y la nieve son un problema más. No llevan lo último en calzado y ropa,  corren en sandalias de paja, que se colocan después de envolver sus pies en telas blancas, con un traje blanco y sombrero también de paja. Además son vegetarianos (toman tofu y sopa de miso) algo que los nutricionistas desaconsejan en los atletas de resistencia.


Calzado de los monjes


No sólo llevan ropa y calzado inadecuado para correr, tienen que llevar los libros con los mantras para cantar, las velas para la iluminación, así como una daga  envainada y una cuerda, conocida como “cordón de la muerte”. Estos últimos son para recordar al monje su deber de acabar el desafío. Si no lo hiciera se suicidaría por ahorcamiento o destripado. El camino está lleno de tumbas sin nombre, que marcan el lugar donde monjes acabaron con sus vidas. Sin embargo, no ha habido casos de suicidios de los monjes desde el siglo XIX.
En su recorrido los monjes deben hacer paradas en los templos de culto que pueden constar de hasta 260. Las etapas de 84 km puede durar hasta 20 horas en completarse lo cual deja al monje muy poco tiempo para la recuperación y el descanso, pero como dice un viejo refrán: “el sueño de diez minutos para un monje maratón equivale a cinco horas de descanso normal”. También aprenden a descansar secciones de su cuerpo durante la carrera, tales como los brazos o los hombros.



Monje maratón bendiciendo




Y luego está el doiri que es llevar al monje cara a cara con la muerte. Aquí se enfrenta a siete días sin alimentos, sin agua y sin dormir. Pasará el día entero recitando cantos y mantras budistas, tal vez hasta 100.000 cada día. La única vez que el monje sale del templo es a las 2 am para caminar 200 metros a un pozo y volver con agua para hacer una ofrenda. Durante este tiempo de meditación habrá dos monjes atentos para garantizar que no se quede dormido.
Durante este ayuno, los monjes desarrollan poderes extraordinarios en los sentidos. Ellos dicen que son capaces de escuchar caer al suelo las cenizas de las varas de incienso y, tal vez era de esperar, de la capacidad para oler como se prepara comida a kilómetros de distancia.
Los fisiólogos, que han examinado a los monjes después de la celebración del rito, encuentran muchos de los síntomas de una “persona muerta”. Los monjes hablan de experimentar un sentimiento de transparencia donde todo lo bueno, malo o neutral abandona su cuerpo y su propia existencia se revela con una claridad cristalina. Familiares de las personas que se someten a este rito hablan de cómo esos siete días les transforman. Uno comentó: “Yo siempre rechazé el budismo como un disparate supersticioso hasta que vi a mi hermano después de el doiri. Realmente era un Buda viviente.”
Cuando el emperador de Japón mantuvo su corte en Kyoto, los monjes ofrecieron un servicio de acción de gracias especial en el Palacio Imperial después de terminar su período de 1.000 días y en él los monjes maratón fueron los únicos que podían llevar calzado en presencia del Emperador.




Naoko Takahasi campeona olímpica de maratón en Sidney2000




Incluso hoy en día miles de personas salen a ver a un monje a punto de concluir su “peregrinaje” de 1.000 días. Ahora el viejo recorrido pasa a través de las calles comerciales de Kyoto y el distrito de entretenimiento, con sus bares y restaurantes. Muchos recurren a la esperanza de ser bendecidos por estos monjes especiales en los que creen que tienen poderes para sanar.
Ahora entiendo por qué Japón tiene el mayor número de corredores de maratón per cápita del mundo. Desde la isla del Ártico septentrional de Hokkaido a las islas tropicales de Okinawa en el Pacífico, cada ciudad organiza una serie de carreras de larga distancia y cada escuela tiene un club con buenos corredores.
Hay incluso una liga de empresas, a cuyos equipos se les permite tener un extranjero. Jeff Schiebler, un corredor olímpico canadiense, es el único extranjero africano que compite. Describió lo que es correr en Japón. “Es totalmente diferente de cualquier cosa en América del Norte. Ellos tienen contratos multimillonarios, cocineros en el equipo, instalaciones de entrenamiento. Ese tipo de cosas convierten a Japón en una potencia en pruebas de larga distancia. Se vuelven locos por las carreras y los niños sueñan en convertirse en los próximos campeones de maratón”.

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